Salimos a las 7 y media de la mañana con una simple mochila. El equipaje lo dejamos en Conserjería del hotel. Caminamos varias cuadras hasta una plaza en donde nos recogió el omníbus de turismo. Las protestas estudiantiles siguen por lo que salimos del Cusco por calles laterales lo que nos brindaba la oportunidad de ver el verdadero rostro de la ciudad y su gente. El idioma predominante en Cusco es el quechua. Lo escuchamos a nuestras espaldas, en la calle, en todas partes. Hay mestizos por supuesto. Las muchachas jóvenes se visten a lo occidental, los adultos y niños a la usanza tradicional.
Sincretismo religioso: En el Tahuantinsuyu no existían los bóvidos o ganado vacuno. Los incas sembraban con un palo afilado al que se le añadía una tablita para colocar el pie que empujaba la punta para desbrozar el terreno. Se sembraba hueco a hueco. Por lo que cuando los españoles introdujeron los bueyes y el arado tradicional de hierro, la producción se multiplicó, y en la mente de los indios los toros se convirtieron en sinónimo de Riqueza. Cada casa tiene en el techo una cruz y dos toros de cerámica: los toritos de Pucará.
Camino a Urubamba en el valle del Inca, mi esposa no pudo resistir la tentación de ir a comprar souvenirs en una tienda en medio de cerros. Con ella otros miembros del grupo de quince exploradores de GCT (la agencia de Boston que organiza el viaje).
Casa indígena en el pueblo de Ollaytaytambo. En el suelo vemos la cría de cuys (conejillo de Indias) que sirve como base proteica a los naturales de la zona. Es la ganadería de la zona. Requiere poca comida, se multiplica velozmente, y según el guía la carne es sabrosa. Por si las moscas no la probamos.
Calle típica de un poblado inca de la Sierra. Ollaytaytambo. En esta ciudad tomamos el fatídico tren hacia Aguascalientes. Al bajarme del mismo llevando a mis espaldas una pesada mochila mi pierna izquierda se enredó y frenó la caída contra el borde del andén con la consiguiente herida. Dos puntos interiores y diez exteriores. Cuatro días en silla de ruedas y el resto del viaje caminando con bastón, pero no nos rajamos y continuamos aunque siempre era el último en llegar a los lugares.
Héme aquí luego del accidente con la pierna vendada. Costo del tratamiento en la enfermería del poblado: 30 nuevos soles (unos diez dólares). Coste de la enfermera que iba al hotel a curarme la herida e inyectarme anti-inflamatorio: 20 nuevos soles (unos 7 dólares).
Pierna derecha hinchada e imposibilidad de apoyar ese pie en el suelo.
El resto del grupo se fue a Machu Picchu mientras mi esposa y yo almorzábamos carne de res con patatas fritas y coca-cola en la habitación del hotel.
To be continued...
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